viernes, 7 de junio de 2019

NADAL ALCANZA SU DUODÉCIMA FINAL EN PARÍS

Rafa va por su duodécima corona

En un incómodo día por la lluvia y sobre todo el viento, Rafael Nadal se sobrepuso a cualquier elemento externo para plantarse en su duodécima final de Roland Garros, la vigésimo sexta de 'Grand Slam', y hacerse fuerte en su guarida. Los seis duelos directos ante Roger Federer en el Bois de Boulogne han caído de su lado.

Con una Philippe Chatrier lejos del lleno en los prolegómenos, por la continuada previsión de tormenta y el frío ambiental, Nadal mandó un mensaje a Federer y al vestuario: la tierra es mía. Cerró un tanteo de 6-3, 6-4 y 6-1, en 2 horas y 25 minutos.

El tenista de Basilea, en su regreso al torneo cuatro años después, tuvo una primera pelota de 'break' ante un rival aún en proceso de adaptación al hábitat. Rafa salvó el momento de máxima presión con un punto de saque y aceleró hasta un favorable 3-0. A Roger le daba igual porque eso podía entrar en los planes.

Siguió fiel al guión marcado por Severin Luthi e Ivan Ljubibic. Acortar al máximo las jugadas, ya fuera con tiros ganadores o subiendo a la red. Igual de previsible que era el campeón de 20 grandes lo fue Nadal dirigiendo todos sus golpes al revés del adversario, el que históricamente ha sido su agujero en polvo de ladrillo. No en pista dura.

Tardó 17 minutos Federer en estrenar su casillero ante una grada que le animaba mucho más, sabiendo que era claramente inferior.

Momentos del partido

El ruido ambiental puso de los nervios al defensor de la corona, que cedió el saque en el cuarto asalto. Más que la brillantez era un duelo, el trigésimo noveno entre ambos, en que lo único que importaba era la victoria. No se juega cada día una final de los Internacionales de Francia, en especial el helvético, que ya cuenta con 37 años y 305 días.

Nadal no estaba dispuesto a que Roger le comiera terreno. Después de 10 minutos de tira y afloja se anotó la segunda rotura para situar un favorable 4-2.

Federer, que jugaba al todo o nada, acumulaba 15 errores no forzados por los cinco de su oponente. Cada vez hacía más viento, hasta el punto de formarse remolinos. Pero se siguió jugando como si nada. El espectáculo se deslució en cantidades industriales. Había prisa por terminar cuanto antes porque había otra semifinal que jugarse. Si eso no pasa la final individual masculina se programará para el lunes.

Entre los espectadores había celebridades que desafiaban al tiempo como el director español, Pedro Almodovar. El polvo de ladrillo resbalaba producto de la humedad y Rafa lo notaba porque era él quien más corría. Nadal tiraba tantas veces al revés de su conocido adversario que muchas veces dejaba más de la mitad de pista sin cubrir. Dio igual.

Federer tomó la iniciativa en el marcador en el inicio de la segunda manga. El viento favorecía los cortados del talento helvético, que se puso arriba con un 0-2 y servicio. La grada le animaba más que nunca. Lo que pasa es que para sacar de sus casillas a Nadal en la central parisina se necesita más que una rafaga de buen tenis.

El suizo nunca pudo con el español en París

Roger levantó dos pelotas de rotura en contra y avisó de que su plan iba en serio. Pasó del 0-3 al 2-2. Fueron una especie de fuegos artificiales para el pupilo de Carlos Moyá. Y es que su margen de maniobra sobre el polvo de ladrillo es infinito.

La larga duración del partido le preocupaba más a Novak Djokovic y Dominic Thiem que a Nadal, fresco como una rosa después de una tregua de dos días entre cuartos y semifinales.

En la mente del líder de la 'Armada' ya estaba la opción de que el suizo tuviera sus coletazos. Federer aguantó hasta el cuatro iguales y luego sacó la bandera blanca. Bastante ha hecho a su edad con aparecer entre los cuatro mejores del certamen.

Estaba, sin embargo, tan contrariado, que lanzó una pelota al infinito y eso le costó un 'warning' por parte del juez de silla. Sólo sumaría un juego más en el tercer acto. Rafa se planta en su día habiendo dejado escapar un intrascendente set en la tercera ronda con David Goffin. Era cuando aún no tenía engrasada la maquinaria. Ahora ya lo está.

Aunque su clara dominación en la capital gala parece que para el tiempo, el balear se ha convertido este viernes en el cuarto jugador más longevo en luchar por levantar la Copa de los Mosqueteros a sus 33 años y 6 días.

Foto: Getty Images

No hay comentarios.:

Publicar un comentario