A Nadal le sobra humildad |
"Emocionalmente es un sitio importante para mí. Aquí viví uno de los grandes momentos de mi carrera. Recuerdo que jugué una de mis mejores semanas y pude conquistar el oro olímpico. Beijing y la pista central estarán siempre en mi cabeza", señalaba Rafael Nadal durante la semana. Ahora podrá añadir la reconquista del número uno a los recuerdos que tiene de la capital china.
Rafa Nadal se aupó por primera vez al más alto cajón del podio el 18 de agosto de 2008. Acababa de colgarse al cuello la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Beijing tras vencer en la final a Fernando González que le valieron para sumar los puntos suficientes como para destronar a Roger Federer. Se acababa entonces una etapa de cuatro años de dominio inquebrantable del suizo, el denominado por los sabios como el mejor tenista de la historia.
La historia de Rafel, como le llama su mentor e inseparable tío Toni Nadal, ha sido un relato de precocidad, ambición y superación. Pasó de ser el Rey de la tierra batida a dominar el circuito merced a su adaptación a la adversidad, el tesón a base de trabajo y una fortaleza mental que le ha permitido tanto minar a sus rivales como superar las diferentes lesiones que ha padecido. Se ha levantado tantas veces como muchos le enterraron.
El palmarés de Nadal es uno de los mejores de la historia del tenis. A sus 27 años ha mordido 60 cetros (trece de ellos de Grand Slam), ha conquistado cuatro Copas Davis, firma un bagaje de 648-125 y acumula 60.510.697 dólares en ganancias. "No creo que esté en el mejor momento de mi carrera, pero por resultados sí que es una de mis mejores temporadas", señalaba Rafa después de ganar el US Open. Está a un solo título de igualar su mejor registro anual -lo puede conseguir en Beijing- si bien ya tiene garantizado haber llevado a buen puerto el objetivo de regresar al número uno de la clasificación mundial.
Con la final en Beijing, Nadal sumará los puntos suficientes para destronar a Novak Djokovic, que acumulaba 101 semanas liderando el ranking mundial. "Si me lo dicen al principio de año no me lo hubiera creído. Ni los más optimistas de los que me rodean pensaban que me fueran las cosas así de bien".
No obstante, y con repetida humildad, se encargó de setear nuevas metas: "Soy N°1 hoy, pero no tengo asegurado acabar así al final de la temporada. Queda la final, queda Shanghai. No me siento mejor jugador ahora que antes del partido. Y no me iré a dormir sintiendo que soy el mejor jugador del mundo".
Para el disfrute, entonces, habrá que esperar: "Las celebraciones son para el final de año, no antes. El tenis es tan particular que no hay tiempo para festejar. En pocos días estás en otro torneo jugando y compitiendo contra otro jugador que quiere ganarte. Al final de año, si acabo número uno, sí será ocasión para celebrarlo, porque hace un año estaba en una situación muy diferente. Pero para eso necesito ganar más partidos", comentaba el balear.
Foto: Getty Images
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