El español celebra su quinto título |
La final del Mutua Madrid Open 2017 se convirtió en un espectáculo para disfrutar tanto dentro como fuera de la pista. Los culpables, dos colosos de la raqueta como Nadal y Thiem que ofrecieron su mejor versión en la puja por el cetro en la capital. El austriaco no tardó en hacerse notar, mostrándose al gran público como lo gran tenista que es: saque plano y potente que muchas veces superó los 200 km/h, una derecha endiablada capaz de mover a su rival de lado a lado como un maratoniano entrenando series y un revés disfrazado de látigo con el que defenderse desde el fondo de pista. Con este cóctel logró firmar la primera ruptura de la tarde.
Thiem era muy consciente de quien tenía enfrente -no obstante, cayó ante Nadal en la final del Godó recientemente- pero no por ello dejaría de tropezar en esa piedra. Rafa es único cuando se trata de un partido en tierra batida y su confianza en estos momentos es tal que se ve capaz de casi todo. Sudó para equilibrar la balanza: tiró de golpes (¡cuánto bien le hizo la dejada en el día de hoy!) y el comodín del público, al que jaleó indirectamente desde el tendido con su ¡Vamos! pronunciado entre dientes y aireado a los vientos con su puño cerrado.
El choque se convirtió en una partida de ajedrez y hasta en ese escenario Thiem se mostró asombrosamente maduro. Levantó un 0-40 en el décimo juego con dos saques idénticos (a la 'T' y a 210 km/h) y una derecha a la línea que Rafa tan solo pudo ver. Y así se llegó al tie-break, una auténtica lotería -en esta ocasión con más sentido que nunca- que pudo decantar la balanza de un lado u otro. Thiem gozó de dos bolas de set (6-5, 8-7) pero acabó sucumbiendo con una derecha excesivamente larga (8-10).
La máxima en el tenis dice que tras una batalla perdida de este modo toca replegar esperando el fallo del rival. Nadal es ducho en estas situaciones y sacó provecho de la circunstancia rompiendo en el juego inicial del segundo acto. Thiem reaccionó de inmediato -e incluso gozó de bola de break- dejando claro que no tiraría la toalla, pero el balear solventó el apuro manteniendo la renta. Las caras de tensión en el box de Rafa (sus técnicos Toni Nadal y Carlos Moyà, además de su fisioterapeuta Rafael Maymò, su padre Sebastián, su jefe de prensa Benito y su agente Carlos Costa) advertían que no había nada perdido. Pasito a pasito, golpe a golpe, el trabajo y la constancia como único camino hacia el éxito. Así fue deshojando la margarita, aguantando el intercambio desde el fondo de pista, esa lucha tan física como táctica, y haciendo las delicias de los aficionados cada vez que subía a la red y cerraba el punto. Fue pasada las dos horas de partido cuando el balear logró echar el cierre. Lo hizo en un juego muy suyo, levantando un 15-40 y dos ventajas al resto. El drama sabe mejor cuando el final es feliz...
Nadal acumula cinco coronas en Madrid (2005, 2010, 2013, 2014, 2017), más que ninguno de los tenistas que haya pasado por el Rockódromo o la Caja Mágica. Es además el título número 30 de Masters 1.000 igualando en este registro el récord de Novak Djokovic y el título 72 de su carrera. ¿Alguien da más? Pues en unas horas volverá a la acción en Roma...
Foto: Getty Images
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